domingo, 15 de agosto de 2010

espectante.


Al borde de que mis manos se entrelacen entre ellas mismas por una eternidad espero sentada las flores que quizás no lleguen, que aún no han llegado, aquellas que sin contar hasta cinco reflejaban las ventanas perfectas y cristalinas, llenas de reflejos de años de compañías abstractas, de compañías benévolas y de abrazos infinitos.
Quizás nadie quiso flores para mi, quizás el mar las traerá a mis orillas y húmedas las cuidaría, les diría palabras hermosas y fantasías fusionadas con mi aliento, con mi aire.
Aún espero, aún esperaré, el problema es el tiempo, el problema es el reloj y el calendario, son los minutos y los pasos, también los latidos que hacen que el día se vuelva noche y la noche se vuelva día, a pesar de todo los latidos son fuertes y solo mi mente y mi pecho me hacen pensar que ojalá que cuando las flores lleguen a mis manos ya no se haya pasado el arena al otro lado del vaso.

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