domingo, 22 de mayo de 2011

otra vez... amanece

me parece que estaría bien un cambio de switch. 
Un poco de olvidar
y un poco de sentir
de olvidar que somos humanos
de sentir que somos dos cuerpos suspendidos en el aire.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Arar la piel


Cuando por fin las ramas secas dieron los frutos no esperados, estos fueron arrancados por robots gigantes, encarcelados y condenados a una infinidad de años de servicio a la patria. Así es como la patria le agradece a la tierra.

En algunas pequeñas tribus indígenas de la selva boliviana se paga la tierra con especias o fetos de algún animal autóctono, algo parecido a la brujería, bastante pagano a decir verdad, casi sangriento, al borde del mal gusto para algunas culturas que llevan una ventana o una pequeña manzanita a flor de piel, las cuales pagan la tierra de manera más sangrienta de lo que creen, más asesina y brutal que cualquier otra tribu amazónica, pagan la tierra con su propio hijo, con su propio feto, con su sangre, y la des-tierran de un mundo al que jamás debió darle nada, porque la tierra, la tierra no nos debe nada, absolutamente nada.

sábado, 14 de mayo de 2011

adoquines alu plast.


A través de la densa bruma porteña, cargada de sales marinas, volaba el pájaro perdido en la ciudad, buscando alguna vibración emocionante, fascinante, sus alas doradas bajo las luces de los faroles bailaban al ritmo de un tango que nunca acabará, despacio planeó por los cerros oscuros y despacio se posó sobre las ruinas de lo que algúna vez fue un mural. Extraño era el clima, se podía divisar la neblina que azotaba las mejillas de los muchachos que jugaban a la pelota y de las ancianas que a penas, pero felices y plenas salían a comprar el pan para la hora del té, con la bolsa de género y el diminuto monedero de cuero. Bello paisaje, bellas personas pensó, a su lado llegó una paloma, de esas palomas que se alimentan de las sobras portuarias, que viven en containers desolados que alguien algún día creó para ocupar un poco más de masa en la tierra. Largas horas conversaron entre tanto color y desolación, entre el pop art y el minimalismo. El pájaro de quien sabe que especie le dijo a la paloma de quien sabe que nombre, que el contexto era enternecedor, que las calles estaban exquisitamente amobladas, que la vida que tenían los adoquines eran más que cien palomas bailando la danza del viento y que la gente que ahí habitaba seguramente estaba impregnada de toda la pureza, de toda la alegría y toda la antiguedad que aquellas aceras emanaban. La paloma asintió con un dejo de nostalgia y le respondió "Si... que lástima que todos ellos sean fantasmas, y que todo esto sea un sueño nunca concretado, he visto muchos pasar por aquí prometiendo oro y plata, pero lo único que traen con ellos es miseria... y algunos tarros de pintura"
[el universo que no fue]

martes, 22 de marzo de 2011

Destino: Estacion del viento.

Las piernas me llevaban hacia el destino elegido desde hace mas o menos media hora, sin pensar de que se trataría el cuadro que se retrataba solo seguí la fuerza de mi andar. Desesperados pasos dirigidos por la vida que vuela y azota mis mejillas con su fuerza, su rabia. Me es inevitable no sentirme en el cielo, mirando el mar con luciérnagas que creen ser hogares y árboles que juegan a ser el oleaje de las playas de la costa central, los ruidos de las hojas me hacen pensar en cómo en ese momento se sentirían mis pies en la arena húmeda y escapando de la marea que de la luna se enamora.

Más y más pasos adornan la acera de una avenida solitaria, oscura, pero llena de esa singular energía que hace temblar mis manos, agudizar mi oído y refrescar mis labios. Recojo los bagajes del destino, del pasado, del futuro, derramados en el cemento, como si fueran reemplazables, celebrables. Si alguna vez mis pies se despegaran de la tierra y el cielo se volviera agua y las estrellas peces sería como nadar arriba del mar, y que finalmente ese ruido mágico naciente de las raíces de la tierra podría funcionar como una ola furiosa que asota los parajes de poetas y pintores que creen recorrer la cara más auténtica de la ciudad abandonada que todos llevamos incrustada en la piel... en los pies.

El aire que entró por mis pulmones. El frío que no sentí. Los compases que revolotearon dentro de mi frente. El viento... el viento que llevó las hojas y las hojas que crujieron, crujen y crujirán, por muchos pasos que dejen su huella, por muchas brisas que las arrastren.