sábado, 10 de julio de 2010

una revolución.

El mar de las 6 y media de la tarde era lo mejor en ese momento junto con el aire de libertad que viajaba por mis labios y por mi nuca. Volví a sentir lo que era estar feliz, volví a creer en mis manos, en mis ojos, mis piernas ya no necesitan muletas ni mis piés mas fuerza para la larga caminata que me espera, ese mar era preciso, esas líneas eran mis amantes y el viento por si solo se encargó de ser la mas agradable sinfonía que mis débiles oídos soportaron, yo tengo una llama en mi estómago yo tengo voz, yo tengo voz... crucé el mundo en un segundo y aún así tenía las fuerzas para hacerlo otra vez, los adoquines lo decían, las nubes lo insinuaban, la atmósfera era mía, solamente mía.
En el amanecer nada es lo que parece y en las tardes de viento sublime la revolución de mi cuerpo se hace presete y aún sigue ahí.

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