sábado, 14 de mayo de 2011

adoquines alu plast.


A través de la densa bruma porteña, cargada de sales marinas, volaba el pájaro perdido en la ciudad, buscando alguna vibración emocionante, fascinante, sus alas doradas bajo las luces de los faroles bailaban al ritmo de un tango que nunca acabará, despacio planeó por los cerros oscuros y despacio se posó sobre las ruinas de lo que algúna vez fue un mural. Extraño era el clima, se podía divisar la neblina que azotaba las mejillas de los muchachos que jugaban a la pelota y de las ancianas que a penas, pero felices y plenas salían a comprar el pan para la hora del té, con la bolsa de género y el diminuto monedero de cuero. Bello paisaje, bellas personas pensó, a su lado llegó una paloma, de esas palomas que se alimentan de las sobras portuarias, que viven en containers desolados que alguien algún día creó para ocupar un poco más de masa en la tierra. Largas horas conversaron entre tanto color y desolación, entre el pop art y el minimalismo. El pájaro de quien sabe que especie le dijo a la paloma de quien sabe que nombre, que el contexto era enternecedor, que las calles estaban exquisitamente amobladas, que la vida que tenían los adoquines eran más que cien palomas bailando la danza del viento y que la gente que ahí habitaba seguramente estaba impregnada de toda la pureza, de toda la alegría y toda la antiguedad que aquellas aceras emanaban. La paloma asintió con un dejo de nostalgia y le respondió "Si... que lástima que todos ellos sean fantasmas, y que todo esto sea un sueño nunca concretado, he visto muchos pasar por aquí prometiendo oro y plata, pero lo único que traen con ellos es miseria... y algunos tarros de pintura"
[el universo que no fue]

1 comentario:

Matias dijo...

pero la pintura es mucho mas qeu oro y plata.