Esa mañana entreabrí mis ojos, aún el alba jugaba afuera con los conejos del campo, al menos había luz suficiente para ver tu silueta al otro extremo de la cama, todas las mañanas hago lo mismo, seguramente para sentirme segura... nunca me ha gustado dormir sola. Cerré nuevamente mis ojos, solo para estar en calma, me es agradable parecer inconsciente a los ojos del sol, y también el sonido de las sábanas al doblar mis piernas, hasta esa gratitud de las articulaciones me parece facinante, seguí así un buen rato. El sol, que aparecía cada vez mas majestuoso, formaba sus exquisitos y polvorientos rayos de luz que por las tardes también encantan, cada minuto que pasaba avanzaba por la cama hasta llegar a mis ojos cerrados, que no dejaron de estarlo, a pesar de la brisa cálidamente helada que vino desde, lo que percibí, la ventana que daba hacia el mar.
El sol cálido y el frío marino formaban un éxtasis profundo en mis párpados y el juego entre mi lengua y mis labios no se desgastaba a pesar de lo húmedos que éstos ya estaban.
Antes tanta calma me desesperaba, ahora entiendo a que se referían todos con "calma", muchas veces tengo mis propias concepciones de lo que son las palabras que todos usan, tal vez porque tengo otro lenguaje y no soy de este lugar, o tal vez mi estupidez comúnmente humana no combina con el léxico cotidiano, prefiero pensar que no se hablar, y que importa eso, si en este lugar importan las sensaciones, de nada nos sirve hablar, puesto que solo hay prados, mar, árboles... podemos hablar con nuestras miradas, con nuestras manos.
Volví a entreabrir mis ojos, pero ya no estaba tu silueta, no dejé de sentirme segura pues la verdad era que ya no dormía, solo sentía. Miré fijo la ventana que estaba junto a tu lado de la cama, ja! "tu lado de la cama", siempre me pareció graciosa esa manía de la gente de tener "un lado de".
Mis pies dejaron la cama, junto con mi cuerpo, junto con mis brazos. Los pasos de mis pies por la madera naranja, tibia por el sol, podrían haber tranquilizado a cualquiera, porque hasta a mi me relajaba mirar hacia el suelo, trataba de no pisar las líneas, por muy estúpido que te pareciera siempre lo he hecho. Llegue a "tu lado de la casa" y definitivamente tus sonidos del piano me cautivaron, como siempre lo haces, y esque nada, ni el sol de esa mañana, ni las sabanas, ni mis articulaciones, me fascinaba mas que sentirte en el aire, sentir tus sonidos, porque solo tú sabes convertir tus pasiones en sonido de esa manera, como a mi me gusta. Me senté en la madera y miré hacia el mar, tú con tus inspiraciones y yo con mi mirada, entonces paraste, y me preguntaste si quería un café, creíste que no te había escuchado y dijiste mi nombre, te negué con la cabeza, mire al mar, y sonreí. No te dije que no porque no quisiera... yo solo quería escuchar ese piano infinitas veces y perderme mirando un horizonte azul... azul... azul marino, con rayos naranja.